5 de julio de 2022

Las trampas de la "economía de la atención"

 "Cuando la información abunda, el bien escaso pasa a ser la atención"

dice James Williams (p.28).

Estamos siendo "bombardeados de información" y, si no tenemos el cuidado de desactivar las notificaciones, nos pueden interrumpir a cada instante. Entre ellas, como bien sabemos, abundan las noticias falsas y también los avisos publicitarios. Los estudios muestran que la capacidad de autoregularse no parece predominar. Y las grandes plataformas lo aprovechan no solo para financiarse sino también para agudizar esta incapacidad, a juicio de Williams. (Mientras menos controlamos y más nos exponemos, más ganan ellas.)

"Los objetivos y parámetros propios de la publicidad se convirtieron en los objetivos y parámetros principales del diseño de servicios digitales. De lo que se trataba era de maximizar el tiempo de uso y la atención del usuario. Con el fin de competir en esta carrera despiadada por captar nuestra atención, se forzó al diseño a apelar a los impulsos más bajos del ser humano y explotar sus debilidades cognitivas." (Williams, 46-47)

"Google, Facebook y Twitter, son esencialmente empresas publicitarias. A raíz de ello, actualmente muchos de los mejores ingenieros, diseñadores, analistas y matemáticos del mundo se pasan el día pensando en cuál es el mejor modo de orientar el pensamiento y la conducta del usuario hacia objetivos predeterminados, que pueden ser muy distintos de los de cada uno de nosotros." (Ibidem: 48)

Lamentablemente, "En la coyuntura actual, las dinámicas de la economía de la atención están estructuralmente diseñadas para minar las iniciativas más nobles y virtuosas del ser humano",  dice Williams (p.108).

Nuestra economía (colectiva y personal) y hasta nuestros pensamientos son transformados por esta "maquinaria", como dice Sinan Aral.

"The Hype Machine has created a radical interdependence among us, shaping our thoughts, opinions, and behaviors. [...]

The social and economic impact of social media on our lives far outstrips any single geopolitical event. This same machinery has a hand in business, in politics, and frankly in everything, from the troubling rise of fake news to the rise and fall of the stock market, from our opinions about politics to what products we buy, who we vote for, and even who we love.

These signals are much more transformative—they are hypersocializing our society, scaling mass persuasion, and creating a tyranny of trends. They do this by injecting the influence of our peers into our daily decisions, curating population-scale behavior change, and enforcing an attention economy." (Aral, cap.1)

La experiencia de Facebook, de 2014, en que envió mensajes con palabras positivas y otros con palabras negativas a 700.000 usuarios para estudiar sus reacciones, fue fuertemente criticado. ¿Pero no es lo que hacen constantemente las empresas publicitarias?

Como dice Williams, hay un problema serio a nivel de diseño de los mensajes: se usa la psicología para capturar la atención y "anestesiar" ante el problema global que ello significa para los usuarios. "Existe una floreciente industria de escritores y consultores dedicados a ayudar a diseñadores de cualquier condición a incorporar en sus diseños el último grito de la psicología conductual y apretar así los resortes adecuados de nuestros cerebros con la máxima eficacia y fiabilidad" (Williams: 54)

Lamentablemente, "seguimos afrontando los problemas de la atención con herramientas conceptuales desarrolladas en entornos de escasez informativa" (Ibidem, 63).

Como enseña la psicología, la repetición de mensajes que van en una determinada dirección tiene un efecto de aprendizaje: nuestro cerebro está siendo modificado por los contenidos de las redes sociales y los otros medios de comunicación si no tenemos el cuidado de aplicarles siempre un espíritu crítico. Y esta modificación afecta también nuestro propio uso de las redes: "neural activation caused by persuasive social media messages predicts individual- and population-level behaviors, especially information-sharing behaviors, better than we (or other outside experts) can predict our own behavior" (Aral, cap.4).

Y, en la medida en que seguimos el tipo de mensaje - o de emisor - que nos gusta porque nos parece placentero y reproducimos estos mensajes, reforzamos la misma tendencia porque

"We’re given a dopamine rush of social validation when others like our content, and we’re disappointed when they don’t. This encourages us to create content that will be liked and, due to social reciprocity, to continue liking content we find valuable." (Aral, cap.8)

Se amenaza de este modo la autonomía del individuo y su libre voluntad e, indirectamente, se amenaza la democracia. Las tecnologías llamadas de información "nos apartan de la información o actividad necesaria para la consecución de nuestras tareas o fines inmediatos" (Williams: 71) para conseguir sus propios objetivos: maximizar sus rentas (Aral, cap.3). A la larga, si aceptamos estas intrusiones, sin darnos cuenta "we even change our offline behaviors in response to what we have seen, in the voting booth and at the shopping mall" (ibidem). Y esto puede conducir al "capitalismo de la vigilancia" como también a la polarización política (lo cual - me parece - ya es observable en muchos lugares).

Además, señala Williams que "cuando alguien está concentrado y su tarea se ve interrumpida, tarda una media de veintitrés minutos en volver a concentrarse" (p.72). No solo se puede "perder el hilo" de lo que se estaba haciendo, también la nueva información (no requerida) podría reemplazar (borrar) lo que se tenía en la mente al momento de ser interrumpido.

En conclusión:

"Seguimos empeñados en describir estos sistemas como tecnologías de la «información» o la «comunicación», pese a que en general no han sido diseñadas para informarnos ni para ayudarnos a comunicarnos, no de un modo reconociblemente humano en todo caso. Nos golpeamos el pecho al hablar de las fake news y otros contenidos perniciosos porque es más fácil que afrontar los problemas fundamentales del medio: que es la respuesta a una pregunta que nadie había planteado; que sus objetivos no son los nuestros; que es una máquina diseñada para cosechar nuestra atención al por mayor, sin miramiento alguno." (Williams: 111)

Referencias:

Williams, J. (2021): Clics contra la humanidad, Gatopardo Ensayo.

Aral, Sinan (2020): The Hype Machine. Penguin Random House. Edición de Kindle.