Como ya lo advirtió el I Ching (el "Libro de los Cambios" chino) hace 3.500 años, vivimos en un cambio permanente y el mundo actual de las redes lo está haciendo más patente que nunca. Es lo que hace necesario el desarrollo del "séptimo sentido", como lo ha llamado Joshua Cooper: la capacidad de detectar y entender este flujo, una capacidad que se asienta más en la sensibilidad que en un análisis racional.
Su esencia no es solo la rápida evolución tecnológica: es la aceleración del "asalto a nuestra mente" que conlleva: demasiada información, demasiado rápido, sin el necesario acompañamiento del crecimiento de la conciencia moral, que parece más bien disminuir (cfr. Cooper, p.20 y mi libro "¿Ser digital o ser humano?").
Más que introducir una "era de la información", el cambio radicalmente significativo es el desarrollo de una "era de las conexiones". Las redes tienen su lenguaje y su cultura, que debemos aprender, donde se mezcla lo real con lo virtual. Para ésto, debemos detenernos en medio de la vorágine de las redes, para pensar acerca de lo que vivimos, ganamos y perdemos con ellas. Necesitamos tomar distancia para adquirir una nueva visión.
El "Siglo de las Luces" y la revolución científica que le siguió pusieron fin a una era y abrieron otra, que llamamos "Era Moderna". Un nuevo gran cambio está en marcha ahora, como ha señalado Alvin Toffler ("El cambio del poder") y mejor aún Moisés Naim ("El fin del poder"): las personas, las instituciones y las empresas están perdiendo su poder. Pero no han percibido adonde está yendo el poder, donde está el motor de este cambio: en la explosión de múltiples formas de conexión, no solo en la tecnología, sino también en el comercio, las finanzas, los transportes e incluso la biología, sin que el poder resida en una entidad específica.
El poder es de las redes y proviene del número, del tipo y de la velocidad de las relaciones que establecen. Somos "hambrientos de conexiones" dice Cooper (p.33) y la interconexión de redes es tal que llegamos a una "transición de fase", un concepto clave para comprender el modo en que un súbito aumento de la conectividad implica una transformación fundamental en cualquier sistema empírico (como ocurre cuando el agua se transforma en hielo y sus moléculas líquidas en cristales). Es un fenómeno también conocido en el desarrollo de los ecosistemas y en la historia (como cuando el hombre dejó de ser cazador-recolector para transformarse en agricultor), donde se producen cambios en todos los aspectos de la vida. "En un momento teníamos algunos usuarios conectados y de pronto tenemos miles de millones en Facebook" (pp.34-35).
El nuevo poder de las redes interconectadas borrará las instituciones actuales, porque la interconexión cambia la naturaleza de lo que une. Ninguna fuente de noticias, ningún gobierno podrán dominarlo o descansar en él, dice Cooper, pero van a surgir líderes que entienden este poder y sabrán como manipularlo, pero no sabemos en qué sentido (p.26). "La acción de conectar nuestros cuerpos, nuestras ciudades, nuestras ideas -todo- introduce una nueva dinámica en nuestro mundo" (p.37). Y estamos solo en los albores del cambio subsecuente. El terrorismo, por ejemplo, ya ha cambiado radicalmente con las redes: aunque se esté en vía de destruir al ISIS en el Medio Oriente, gracias a la red sus metástasis están presentes en todo el mundo en forma prácticamente invisible y, por lo tanto, muy difícil de combatir.
La digitalización nos ha conducido a un formato único en el cual todo -texto, sonido, imagen- puede ser convertido de una forma en otra. Estamos viendo como la inteligencia artificial ya permite convertir palabras en imágenes e inversamente. Y progresa rápidamente en la traducción automática e instantánea de los idiomas, también basada en las redes. Piense un poco: dentro de poco no será necesario aprender otro idioma: la IA en red nos traducirá todo. El control lo tendrá el protocolo de traducción, basado en la interconexión a nivel mundial.
Los líderes actuales no tienen conciencia alguna de la realidad y del poder de la interconexión mundial en todas las áreas. Viven y tratan de solucionar problemas que son consecuencia de ésta pero los visualizan en términos obsoletos (Cooper, pp.46-48). Estamos lejos de entender bien la nueva era que empieza: podemos empezar a percibirla pero aún nos falta mucha experiencia. Y debemos aún conciliar las dos eras, la que termina y la que empieza. Pero las "escapadas" osadas del pensamiento tecnológico (generalmente de los más jóvenes) deben ser controladas por el pensamiento filosófico más profundo acerca del ser humano si queremos evitar un desastre. Dominar la programación de las máquinas es mucho más fácil que dominar los sistemas que serán afectados, advertía ya en los años 70 el científico del MIT Joseph Weizenbaum, que colaboró en el desarrollo de los primeros computadores. Los programadores siguen impulsos que son fruto de la historia reciente, sin poder escapar de ello, pero aún así están provocando la "transición de fase" que alterará por siempre la historia. Entienden las redes a nivel superficial (técnico) pero muy poco su realidad profunda y menos aún adonde nos conducen.
Melvin Conway ya descubrió en los años 60 que las redes cambian (rediseñan) el mundo real, aunque consideró solo las redes telefónicas. Cuando Steve Jobs mostró el primer Macintosh en 1984, cambió la industria informática. Con el iPod, en 2001, cambió la industria de la música. Con el iPhone, en 2007, no introdujo solo un nuevo teléfono: "introdujo una nueva manera de vivir" (Cooper, p.53).
Hoy, el mundo real puede ser rediseñado por el mundo virtual que invade las redes, debido a las conexiones.
En esta nueva era, la mayor batalla -que ha empezado- es entre la libertad individual y la conexión. Las redes pueden ser más eficientes que una planificación central y ser más productivas que la estructura actual de los mercados. Pero nos pueden avasallar. La protección reside en pugnar siempre por la libertad (pp.56-57).
Cuando, en 1963, Larry Roberts concibió la conmutación de paquetes de datos binarios que presidió a la creación de la primera red en 1969, la diseñó para que estos paquetes viajasen por diferentes caminos, de tal forma que se asegurarían las comunicaciones a pesar de un eventual ataque nuclear en uno o varios puntos. No podía prever que favorecería también - décadas más tarde - la epidemia terrorista y dificultaría su destrucción: ningún ejército clásico es capaz de hacerle frente. (Recién se exploran mecanismos de inteligencia artificial para eliminar mensajes detectables, pero mensajes encriptados en la red oscura no podrían ser encontrados ni eliminados).
Cualquier crisis local puede hacer bola de nieve y afectar todo el mundo (como ya ocurrió con los sistemas financieros). Ésto explica en gran parte la desconfianza generalizada en las instituciones, incapaces de reaccionar (y de esconder sus errores).
Una pequeña fuerza (como Anonymous, o el mismo Edward Snowden) unido a la red puede tener un impacto enorme a nivel mundial. Las redes pueden ser más poderosas y peligrosas que cualquier ejército. Un pirata puede "poner de rodillas" un país atacando su sistema eléctrico, o incluso su sistema de defensa. Y no es necesario pensar solo en los posibles desastres. Google ya es capaz de descubrir y seguir las epidemias en el mundo. Skype hizo desaparecer el negocio multimillonario de las compañías de teléfono. Facebook quiere absorber los medios de prensa. Piense en lo que significará para la salud la interconexión de los sistemas nacionales de salud.
Todo indica que las grandes plataformas de hoy (como Google y Facebook) podrían ser los "porteros" (gatekeepers) -y controladores- del sistema mundial. Basta ver cómo están en vías de absorber a los medios de comunicación (especialmente la prensa y la televisión, así como todas la comunicaciones comerciales). Tradicionalmente, el poder descansaba en estructuras jerárquicas. Pero ya no es así: el poder de las redes es "distribuido", compartido por todos, pero no en forma igualitaria. Distribución y concentración coexisten. Cada usuario es un nodo y todas las relaciones son dinámicas y temporales, pero algunos nodos concentran tantas conexiones que controlan la mayoría de los flujos. En efecto, mientras más nodos se multiplican en la periferie, más poderoso se vuelve el centro (o los centros, como las "plataformas"). ¡El trafico interno entre los múltiples servidores de Google, por ejemplo, ocupa el 10% de todo el tráfico de internet! (Cooper, p.120).
Y estamos a punto de multiplicar en forma incalculable el poder de las redes con la famosa "internet de las cosas". Quienes las controlen "verán todo, siempre, en todas partes", obteniendo un poder inmenso (Cooper, p.87).
En el futuro, el poder será de quien domine la inteligencia de las redes y ya no de las naciones ni menos de sus ejércitos. En toda la historia, las redes (comerciales y diplomáticas) han jugado un rol determinante, como demostró un estudio reciente de Johannes Preiser-Kapeller, del Instituto de Investigación Medieval de la Academia Austríaca de Ciencia, estudiando fenómenos de la Edad Media. Descubrió que las redes de relaciones de la época seguían las mismas leyes establecidas ya en la "ciencia de redes" (cuyo origen se remonta a la teoría de grafos de Euler, de 1736).
Aquí un par de gráficos de redes históricas de Preiser-Kapeller:
The multiplex „infrastructure“ network of Thrace, 1380
(black: street network; blue: searoutes-network; red: stateadministration network; green: church administration network)
La concentración de los flujos es a lo que se opone Tim Berners-Lee con su propuesta de red descentralizada, comentada en el post anterior.
Referencias:
- Cooper, J.: The Seventh Sense: Power, Fortune, and Survival in the Age of Networks, Nueva York, Little, Brown & Co., 2016.
- "How the New Science of Computational History Is Changing the Study of the Past", MIT Technological Revue, 23/06/2016.
- Preiser-Kapeller, J. (2012): "Networks of Border Zones: Multiplex Relations of Power, Religion and Economy in South-Eastern Europe, 1250-1453 AD", Proceeding of the 39th Conference on ComputerApplications and Quantitative Methods in Archaeology Beijing, 12-16 April 2011. Amsterdam 2012, 381–393.
- Miceli, J. (2006): "La ciencia de las redes", REDES- Revista hispana para el análisis de redes sociales, Vol. 10 #10.
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