30 de septiembre de 2020

Facebook y Pavlov

 En 1966, Alison Jolley formuló la hipótesis de que el tamaño del cerebro está relacionado con la complejidad de las relaciones sociales. En los años 80-90, Robin Dunbar realizó un estudio que confirmó que, en el curso de la evolución, el cerebro creció en función del tamaño de los grupos de pertenencia, es decir de las relaciones sociales.

Aunque se podría decir que hemos evolucionado para ser sociales, parecería más justo decir que hemos evolucionado del modo que lo hicimos porque hemos sido y seguimos siendo sociales.

Los estudios realizados en el marco de las ciencias cognitivas han permitido descubrir que en la neocorteza del cerebro existe una "red de mentalización" que "promueve la comprensión y la empatía, la cooperación y la consideración". Nos ayuda a pensar e inferir lo que piensan otras personas. Y, al parecer, se podría concluir que "aquellos de nosotros con redes sociales más grandes tenemos cerebros más grandes en las regiones que procesan información social". (S.Aral)

Según Sinan Aral, muchos neurocientíficos creen que esta parte "social" de nuestro cerebro es su "red predeterminada" de operación, lo que significa que se activa en cualquier momento en que no estemos pensando en otra cosa. Estamos "programados" para procesar las señales sociales: las historias que cuentan los demás; las cosas que enfatizan; los lugares a los que van; la comida que comen; las creencias que defienden; las cosas que saben, estudian y les gusta; las otras personas con las que se juntan; y lo bien que los conocen.

Establecer relaciones con otros causa satisfacción porque, al parecer, tenemos genéticamente miedo al aislamiento. Esta es la base del éxito de las redes sociales. Pero su éxito explosivo tiene una explicación aún más profunda y, sobretodo, más preocupante. La evidencia neurocientífica sugiere que nuestro uso habitual de las redes sociales está impulsado por las recompensas que recibimos de ellas: "Ver `me gusta´ estimula nuestro sistema de dopamina y nos anima a buscar la aprobación social en línea por la misma razón básica por la que las ratas de Olds y Milner seguían empujando sus palancas, y los perros de Pavlov salivaban al son de una campana." "Las redes sociales están diseñadas para nuestro cerebro. Interactúan con las partes del cerebro humano que regulan nuestro sentido de pertenencia y aprobación social. Recompensan nuestro sistema de dopamina y nos animan a buscar más recompensas al conectarnos, involucrarnos y compartir en línea." (S.Aral)

En otras palabras, Facebook y las otras plataformas sociales se aprovechan de la conformación de nuestro cerebro para "atraparnos" del mismo modo que lo pueden hacer las drogas, fomentando la adicción por el placer que generan (o, después, la desilusión), adicción ya reconocida por la psicología y que puede llegar a necesitar un tratamiento especializado. Pero el objetivo final de estas empresas no es complacernos sino obtener de esto modo el mayor beneficio económico posible... tratándonos para ello como el perro de Pavlov.

Referencias:
Aral, Sinan (2020): The Hype Machine. Crown. Edición de Kindle. 

Véase también "El dilema social", documental de Netflix.

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