7 de noviembre de 2014

Cómo nos cambia internet y cómo hacerle frente

La investigación tanto psicológica como neurológica ha avanzado rápidamente desde los inicios de internet y conocemos cada vez mejor las consecuencias de estar "permanentemente conectados". El cerebro es eminentemente plástico y las conexiones entre nuestras neuronas se reorganizan a cada momento. Cambian con las circunstancias, las experiencias y las necesidades. Escaneando cerebros mientras los sujetos hacían búsquedas en Google, Gary Small, catedrático de Psiquiatría en la UCLA, observó que los que más sabían de computadoras usaban una red especializada sita en la región frontal izquierda del cerebro, la corteza prefrontal dorsolateral, [mientras que] los neófitos en Internet mostraban mínima o nula actividad en esa área, y bastaron cinco horas de práctica en internet para que se activaran en quienes no conocían la red. El lóbulo frontal es el que controla la memoria a corto plazo y la toma de decisiones. Al pasar horas frente al computador, se somete al cerebro a una lluvia de estímulos que produce estrés y limita el tiempo para reflexionar y tomar decisiones adecuadas.

"La afluencia de mensajes en mutua competencia que recibimos cuando entramos en Internet no sólo sobrecarga nuestra memoria de trabajo, sino que hace mucho más difícil que nuestros lóbulos frontales concentren nuestra atención en una sola cosa. El proceso de consolidación de la memoria no puede ni siquiera empezar. Y gracias una vez más a la plasticidad de nuestras vías neuronales, cuanto más usemos la Web, más entrenamos nuestro cerebro para distraerse, para procesar la información muy rápidamente y de manera muy eficiente, pero sin atención sostenida. Esto ayuda a explicar por qué a muchos de nosotros nos resulta difícil concentrarnos incluso cuando estamos lejos de nuestras computadoras." concluye Nicolás Carr ("Superficiales", p.235).

Internet nos ayuda a encontrar y compartir información en forma más rápida y eficiente, pero reduce nuestra capacidad para el pensamiento profundo. Y lo más preocupante es que este cambio ocurre a nivel biológico, en la estructura de nuestro cerebro, y es tanto más profundo cuanto más tiempo pasamos en línea.

¿Cómo podemos hacerle frente?

El psicólogo Marc Berman, de la Universidad de Michigan, nos ofrece una solución basada en un estudio que publicó en la revista Psychological Science a finales de 2008: gozar con la naturaleza. Con su equipo, “reclutó a unas tres docenas de personas y las sometió a una rigurosa y mentalmente fatigosa serie de pruebas diseñadas para medir la capacidad de su memoria de trabajo y su capacidad para ejercer control de arriba abajo sobre su atención. A continuación, los sujetos se dividieron en dos grupos. La mitad de ellos pasó aproximadamente una hora de caminata por un parque arbolado y aislado de la urbe; y la otra mitad pasó la misma cantidad de tiempo paseando por las calles del bullicioso centro. Ambos grupos realizaron las pruebas por segunda vez. Los que habían caminado por el parque, según descubrieron los investigadores, demostraron «un rendimiento significativamente mejor» en las pruebas cognitivas, lo que indica un aumento sustancial de su atención. Caminar en la ciudad, por el contrario, no condujo a ninguna mejora en los resultados de la prueba. Después, los investigadores realizaron un experimento similar con otro grupo de personas. En lugar de salir a caminar entre rondas de pruebas, estos voluntarios simplemente contemplaron fotografías de tranquilas escenas rurales, en un caso, o de ajetreo urbano, en el otro. Los resultados fueron los mismos. Las personas que miraban fotos de escenas de la naturaleza fueron capaces de ejercer un control mucho más fuerte sobre su atención, mientras que aquellos que miraban escenas de la ciudad no mostraron mejoría de su atención. «En síntesis —concluyeron los investigadores—, las interacciones simples y breves con la naturaleza pueden producir un marcado aumento del control cognitivo». Pasar tiempo en el mundo natural parece ser de «vital importancia» para «afectar al funcionamiento cognitivo».” (N.Carr, pp.263-264).

¡Descanse!
Foto personal, Parque Torres del Paine (Sur de Chile)

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