29 de mayo de 2015

El futuro de la Web dependerá de la economía

El Washington Post se hizo eco hace poco de una discusión entre dos grupos acerca del futuro de internet. Según uno de ellos necesitamos algunas reglas básicas para asegurar que la Web permanezca abierta y libre para que las empresas que dependen de Internet puedan crecer. Para la otra, reglas estrictas desalentarían a los proveedores de Internet de realizar las inversiones que mejorarán la red para todo el mundo. De la opinión que predomine, es decir de la aplicación o no de reglas estrictas, dependerá lo que ocurra en el futuro. Y la economía jugará en ello un papel fundamental, de la mano de las empresas involucrados en este desarrollo.

Aunque la Comisión Federal de Comunicaciones de EEUU (FCC) estableció en febrero reglas de neutralidad de la red, los proveedores de Internet están tratando de revertir esas reglas en los tribunales, tratando de convencer a los jueces que dichas reglas causarán un daño irreparable a su negocio. 

Para reforzar el caso, algunos economistas están recurriendo a datos históricos acerca de lo que la industria ha gastado en infraestructura durante el último par de décadas. El resultado se corresponde con los dos grupos antes aludidos:  unos tratan de demostrar que la regulación tuvo poco efecto sobre la inversión y otros de demostrar que sí lo hizo. Y ambas partes se acusan mutuamente de revisionismo histórico.

Pero ambos grupos usan datos e interpretaciones diferentes. Unos se fijan en las inversiones de los últimos 10 años (donde predomina el auge de la industria del cable, poco regulada) y otros en los últimos 20 años (con fuertes inversiones de las compañías telefónicas, muy reguladas).

El gasto de la industria del cable, poco regulada, se disparó entre 1996 y mediados de la década de 2000, justo durante los años en que las ofertas de Internet de las empresas de telecomunicaciones (de líneas telefónicas) estaban siendo reguladas en mayor medida. Así, hubo primero un mayor gasto de las empresas de telefonía, más reguladas, y luego de la industria del cable y wireless, poco regulada. La tasa de crecimiento del gasto de capital de la industria del cable fue el doble de la de las empresas de telecomunicaciones sometidas a las reglas de la telefonía.

Esta claro, por lo tanto, que no son las regulaciones las que determinan una mayor o una menor inversión.

"No estamos tratando de decir que el título II [la reglamentación] causó la inversión. Estamos diciendo el régimen regulatorio no es el factor decisivo", dice Matt Wood, director de políticas de la organización Free Press. "El factor decisivo es la demanda del servicio", que es la que realmente explotó durante el boom de las punto-com (1999/2000). "La explicación más natural es que el marco regulatorio era irrelevante para la inversión" no importa qué período de tiempo que se esté mirando, dice también Harold Feld, vicepresidente senior de la organización de defensa Public Knowledge.

Si este debate revela algo, concluye el Washington Post, es el grado en que la historia temprana de la Internet puede ser amañada y utilizada para reflejar diferentes puntos de vista. Hay ahí una batalla a la vez ideológica y económica, cada sector (los proveedores de redes y los de contenidos) luchando por lo que más les conviene, económicamente por cierto.
(Fuente: Washington Post, 20/05/2015)

22 de mayo de 2015

Cambios generacionales en la tecnología

Según el estudio The Media Use and Attitudes 2015, de Ofcom, entre 2005 y 2014 los internautas mayores de edad han duplicado las horas semanales que pasan en Internet: de 9 horas y 54 minutos a más de 20 horas y 30 minutos. Y la "culpa" es esencialmente de las aplicaciones de mensajería instantánea y las redes sociales. (Xataka, 12/05/2015).


Pero mirar promedios puede ser engañoso. Todo depende de la edad, y los más jóvenes pasan más tiempo en la mensajería y las redes sociales, con sus smartphones, mientras los ‘baby boomers’ pasan más horas revisando contenidos en la web (con PC y laptops) y los mayores prefieren los medios tradicionales, como bien muestran los siguientes gráficos (BI Intelligence, dic.2014 y Buzzstream, mayo 2015):



En Tren Digital, Jaime Lillo comentó hace poco la situación y el posible desconcierto frente a internet de los mayores de 50 o 60 años, para quienes "su contacto más directo de comunicación instantánea había sido el fax". "Hay ciertos códigos cibernéticos que los padres aún no captan", dice con razón especialmente en le caso de los seniors.

Aunque reconoce que no todos reaccionan del mismo modo (y alude a su madre, que es usuario intensiva de Whatsapp y actualiza frecuentemente su foto de perfil), la verdad es que me parece necesario ser cuidadoso a la hora de caracterizar los usuarios mayores y recordar especialmente que las historias personales pueden ser mucho más diversas y menos influenciadas por el contexto tecnológico del pasado.

Los padres de hijos menores de edad tienen, probablemente, como señala Lillo, más tiempo (y más necesidad) de participar en Facebook, no solo para mantener el contacto con sus amigos, sino sobretodo para supervisar lo que hacen sus hijos. Para los seniors, las redes sociales quizás les permiten "evitar el aislamiento", pero ésto solo es válido si se sienten cómodos con la tecnología, lo cual podría no ser tan frecuente en el caso de los mayores de 70 u 80, que pueden haber nacido en un ambiente desprovisto de medios electrónicos. Piénsese, por ejemplo, que -aunque viviendo en Europa- no había ni radio ni teléfono en mi casa cuando nacimos mis hermanos y yo (poco antes y durante la 2a Guerra Mundial). La radio nos llegó en los años 50 y la televisión en los 60. Mi hermana, que tiene 86 años, no tiene conexión a internet, y mi hermano -de 82- solo utiliza el mail para comunicarse y el Office por obligación para operar con su banco y el servicio de impuestos local (Protesta por ello y no quiere saber de nada más, aunque fue gerente de una importante empresa hasta 1980). En cambio, yo he sido desde joven aficionado a la electrónica y, más tarde, a la programación de computadores (y dedicado a las comunicaciones, como saben). ¡En una misma familia y desde un mismo contexto, las diferencias en el manejo de las nuevas tecnologías pueden ser enormes!

15 de mayo de 2015

¿El futuro del periodismo es sin pantalla?

En octubre año pasado, Microsoft dió a conocer su proyecto RoomAlive (inicialmente llamado IllumiRoom), que combina una serie de proyectores con Kinect y la consola Xbox para transformar una habitación completa en sala de juegos. No requiere superficies planas, siendo capaz de superponer imágenes virtuales sobre las reales para crear efectos de todo tipo. (Video)

Microsoft ha sentado la base del futuro con Windows Holographic. En el futuro, el nuevo Windows ya no estará confinado a un monitor o al televisor del salón. Por ahora se necesitan las Hololens, sus lentes 3D de realidad virtual y realidad aumentada. Hololens tiene su propio procesador y no depende de ninguna conexión con otro equipo (smartphone o PC) pero podrá interactuar con otros dispositivos. También reconoce los gestos y la voz.

Pero mas temprano que tarde, se podrá prescindir de lentes y utilizar un aparato de proyección realmente holográfica. En efecto, un equipo de investigadores de diversas universidades australianas ha creado una pantalla 3D holográfica fabricada a partir de materiales basados en grafeno. Las imágenes «saltarán» de la pantalla sin necesidad de utilizar accesorios, como en los filmes de la "Guerra de las Galaxias". (ABC.es, 30/04/2015)

Agreguemos ahora que el diario The New York Times continúa innovando, y viene experimentando con la realidad virtual. El prestigioso diario acaba de lanzar su film de realidad virtual titulado “Walking the city”. Este video fue realizado en conjunto con la compañía VRSE. Además, está acompañado de un corto en el cual se muestra el detrás de cámara del ‘making of’ de la portada de la revista NYT. “Pensamos que el potencial periodístico de esta tecnología emergente es gigante”, sostuvo el editor del Time Magazine, Jake Silverstein. (Clases de Periodismo, 30/04/2015)

8 de mayo de 2015

¿Que nos reserva la Internet de las Cosas?


Amazon ha lanzado un botón que se puede fijar en un electrodomético y que, pulsado, ordena automáticamente el reabastecimiento de un determinado producto. Ésta es una muestra de la creatividad en materia de nuevos servicios en el campo de la Internet de las Cosas (IoT). No pasará mucho tiempo antes de que, incluso, ya no será necesario pulsar el botón, dicen los expertos (el mismo envase podría avisar cuanto esté casi vacío).


¿Su cepillo de dientes avisando a su dentista si no lo usa todos los días o si cepilla mal? ¿Un estacionamiento "sabiendo" de antemano cuanto tiempo se podría quedar, si es usuario habitual, y, así, avisando a otro usuario de un posible lugar pronto disponible? Tiendas enviándole ofertas cuando se acerca o recordándole que hace tiempo que las visita. Etc. La cantidad de funciones posibles es inimaginable. Ya hay compañías de seguro que instalan un transmisor en coches actuales para supervisar diversas funciones (y la manera de conducir) y ajustan en consecuencia la póliza de seguro.

Los objetos podrán ser miles (se ha hablado de 5.000) por cada persona y podrían llegar a intercambiar información entre sí. Nadie sabe lo que podrá ocurrir y muchos se preguntan cuan controlada podría llegar a ser nuestra vida. No es solo una cuestión de pérdida de privacidad, campo que muchos han dejado ya de evaluar, cediéndola con sus smartphones. Pero las autoridades de varios países están preocupadas y la FTC publicó en enero un informe acerca de los problemas que visualiza. Recuerda que los datos generados tienen un valor comercial y que cada cual debería poder controlar el uso que se les da (y si los cede o no).

Chris Rouland, fundador y CEO de la Bastille, una empresa que busca y analiza dispositivos IoT para mitigar sus amenazas de seguridad, ve la vida privada en la IoT como equivalentes a la etiqueta "orgánico" en los alimentos: algo por lo que los usuarios pueden pagar: "Veo una oportunidad de pagar una prima para retener mis propios datos, o al menos garantizar que mis datos sean desatribuidos de mí". 

Otros quieren poner el control más claramente en manos de la persona, dándoles el poder de decidir quién puede acceder a sus datos. James Schmidt, director de gestión de producto EMEA, socio de Intel Segurity, considera que podría ser transaccional, la gente aceptando renunciar a algunos datos para obtener recompensa, como ya ocurre con las apps.

Usman Haque, fundador de Thingful (lo que él llama un motor de búsqueda de la IoT), dice que la gente debe ser capaz de establecer sus propias reglas en cuanto a lo que los dispositivos pueden intercambiar entre sí, y qué información compartir con los proveedores. "Puedo hacer que los datos disponibles vayan en tiempo real a mi médico, pero podría delegar el acceso a las cifras mensuales a mi madre", explica. "La privacidad tiene que ser granular".

Rob van Kranenberg propone un sistema en el que la gente podría subastar sus datos en una versión IoT de eBay, vendiéndolos a entidades comerciales si así lo desean. Podría surgir un nuevo mercado de datos en los que sus propietarios son  participantes y beneficiarios. (The Guardian, 7/04/2015)

Al vender un objeto conectado (o conectable, lo cual sería más correcto), lo primero que debería hacerse es informar con claridad al comprador de todas sus funciones telemáticas, y qué significa eso en términos de privacidad y protección de la intimidad. En el caso de un auto, por ejemplo, "la localización exacta del coche mediante GPS, dónde ha estado, o dónde va, de a qué hora usa el coche ese conductor, de la información de la velocidad a la que está conduciendo, de los frenazos que pega, de la música que escucha (por ejemplo por streaming), de las búsquedas que ha realizado (en Google, por ejemplo), o de lo que consume su coche, entre otras muchas cosas". "Y todo esto hay personas que entienden que no le interesa a nadie más que a ellos". (Xataka, 7/04/2015)

Para algunos la IoT significa el paso de la "era de la información" a la "era de la inteligencia", caracterizada por la interconexión de los objetos "inteligentes", que podrán (?) "mejorar el estilo de vida (Mark Spates, ejecutivo de Logitech, en Gigaom.com, 8/04/2015). Ya existen los primeros objetos de este tipo, como los termostatos Nest que ajustan la temperatura automáticamente después de haber aprendio las costumbres de sus usuarios. Zuli hará lo mismo con la temperatura, la luz y la música ambiental. Spire recuerda respirar mejor cuando su usuario se pone tenso. (Ya he hablado del procesador Snapdragon 820, de Qualcom, que proporcionará a los dispositivos estas capacidades de aprendizaje con su plataforma Zeroth.)

1 de mayo de 2015

Internet y la destrucción de valores

¿Internet aleja de la religión?

Un estudio realizado el año pasado en los Estados Unidos muestra que la dramática caída de la afiliación religiosa ahí desde 1990 sería paralela al aumento del uso de Internet. En 1990, un 8 por ciento de la población estadounidense no tenía ninguna preferencia religiosa. Para el año 2010, este porcentaje había aumentado más del doble, a 18 por ciento.

Allen Downey, informático del Colegio de Ingeniería Olin en Massachusetts, analizó en detalle los datos de la Encuesta Social General de la Universidad de Chicago (que se realiza regularmente desde 1972) y concluyó que el aumento en el uso de Internet en las dos últimas décadas es uno de los factores significativos, aunque la mayor influencia es la educación religiosa, que ha disminuido desde 1990, pero no puede dar cuenta de la totalidad de la caída. Downey calcula que el auge de internet puede dar cuenta de aproximadamente un 25 por ciento de la caída. Pero se trata de un cálculo de correlación, lo cual no significa necesariamente causalidad aunque, obviamente, no es la caída religiosa la que "causa" el auge de internet, lo inverso siendo más probable. 
Downey ha encontrado que tres factores explican el descenso de la afiliación: la caída de la educación religiosa, el aumento de la educación de nivel universitario y el aumento en el uso de Internet. Pero en conjunto explican solo el 50 por ciento de la caída de la afiliación religiosa. La mitad restante permanece sin explicación. ¡Así que no culpemos demasiado a internet! (MIT Technology Review, 4/04/2014)

¿Internet fomenta el odio?

Los tuits de respuesta al Papa Francisco son una demostración de la falta de tolerancia et de la enorme presencia del odio en las redes sociales. Lo mismo pasa en muchos otros casos, como ha señalado George R.R. Martin, el autor de "Game of Thrones", que ha publicado hace unas semanas un post en su blog denunciando el "desastre" causado por el triunfo del editor de Vox Day, el que ha sido calificado de "racista y misógino" en el proceso de votación para los Premios Hugo de 2015 (novelas de ciencia ficción). En su comentario de la situación, denuncia que "He visto trabajar docenas de veces que un debate o discusión que comienza como un intercambio razonable de ideas, luego se va calentando" y las expresiones de odio se multiplican. "Si quieres ser abusivo, hay un montón de lugares en Internet para eso". El tema del odio ha llamado la atención de varios investigadores y, en el presenta caso, a llevado a la revista PC Magazine a abordarlo. Ésta es parte de sus conclusiones:
  • "Internet magnifica los egos y los destruye, más rápidamente y con más intensidad de las posibildades de adaptación de la mente humana.
  • Una cosa está clara: necesitamos probablemente un moderación más estricta. Las sociedades simplemente no pueden existir sin la aplicación de la ley, ya que recaen en el infierno hobbesiano donde los que son fuertes y enojados toman lo que quieran de los que son más débiles y menos apasionados. Pero eso no es una solución total,que probablemente sólo producirá comunidades moderadas separadas en guerra unas con otras. Tal vez el colapso de la civilidad Internet es sólo el colapso de la sociedad civil, un pensamiento sombrío." (SASCHA SEGAN, en PC Magazine, 14/04/2015)

Los comentarios negativos recurrentes han dado lugar al apelativo "trolls" y su alta frecuencia ha motivado a un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford a realizar un estudio (financiado por Google) y desarrollar un algoritmo capaz de detectarlos. Han analizado más de 40 millones de comentarios con más de 100 millones de votos obteniendo varias similitudes que permiten su reconocimiento, como lenguaje malsonante y palabras con connotaciones negativas sin tono conciliador. El algoritmo funciona con exactitud el 80% del tiempo, algo posiblemente insuficiente para eventualmente borrarlos en forma automática. El estudio concluyó: “El comportamiento antisocial se exacerba cuando el feedback de la comunidad es negativo”. (Xataka, 20/04/2014)

¿Basta con detectar los insultos? Los investigadores aseguran que no es suficiente, ya que muchos trolls no sólo no insultan, sino que además utilizan palabras inventadas en tono despectivo. En todo caso, Twitter anunció que puso en marcha una funcionalidad que detecta tuits abusivos y suspenderá temporal o definitivamente las cuentas de quienes "fomenten la violencia en la red" (Noticiasdot.com, 21/04/2015).