23 de diciembre de 2016

Internet como bien público

Internet fue creada como una red de cooperación entre expertos en informática. No tiene dueño: sus dueños son todos los que ponen sus computadores a disposición de los demás. Requiere sin embargo ser “gobernada”, para que funcione adecuadamente, y esto implica definir y actualizar los protocolos de comunicación y administrar el sistema de dominios, lo cual está a cargo de la ICANN (Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números), organización sin fines de lucro que dejó desde el 1 de octubre de 2016 de ser un organismo bajo el control de los Estados Unidos. Pero gran parte de los servicios que podemos encontrar hoy dependen de las grandes “plataformas”: Facebook, Google, Microsoft, Amazon, etc., que no son entidades sin fines de lucro y hacen todo lo posible por controlar la red (como el proyecto de internet gratuita pero minimalista de Facebook en Asia, que solo permitiría el acceso a algunos servicios a través de esa plataforma).

“La brecha digital sólo podrá superarse si Internet es vista como un bien público, y los gobiernos deben fijar las normas para involucrar al sector privado”, señaló Anita Gurumurthy, de la organización no gubernamental india IT for Change (Informática para el Cambio) (Inter Press Service, 18/11/2005). ¿Pero qué significa “bien público”?
“Le pedí a [Lawrence] Lessig que me explicase a qué se refería cuando afirmaba que Internet era un recurso público «común», no dividido entre propietarios privados. Lessig recurrió a la diferencia entre la regulación del ferrocarril y la de las autopistas. En el ferrocarril, los vagones individuales no tienen inteligencia, y sólo un tren puede estar en una vía determinada a una hora concreta, de modo que las redes ferroviarias deben estar muy bien coordinadas desde un órgano central. En cambio, los automóviles tienen supuestamente conductores inteligentes que eligen la ruta adecuada para llegar a su destino sin colisionar con otros vehículos.Ya no se requiere un sistema de coordinación central. «La autopista es un bien común», dijo Lessig. Todo el mundo tiene acceso, nadie necesita una autorización especial para utilizar el sistema de la autopista, cualquiera puede fundar una empresa de transporte por carretera y utilizar la red. Los vehículos que circulan por el bien común de la autopista están regulados: no se puede conducir un tanque, por ejemplo, ni llevar un vehículo sin luces, pues en tal caso el conductor será expulsado. A la luz de la comparación entre el ferrocarril y la autopista, Lessig señaló que «la regulación del espectro podría desplazarse desde el mundo ferroviario, donde los coordinadores centrales tienen que decidir quién utiliza cada vía en cada momento, al de las autopistas, donde los dispositivos inteligentes utilizan el recurso común como quieren».” (Rheingold, Multitudes inteligentes, Gedisa, 2004, p.179)
En una votación esperada desde hace varios años, la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos (FCC) decidió finalmente, tras una larga pugna, clasificar el acceso a la red como un “bien público”. Antes lo consideraba como un servicio de información, por lo que carecía de competencia para obligar a las compañías a tratar cada una de las conexiones de los ciudadanos con el mismo principio de igualdad que rige las llamadas de teléfono, para las que no se puede ofrecer un trato prioritario (El País, 27/02/2015). El trato igualitario es lo que se conoce como “neutralidad” de la red e impide a los provedores de servicios de internet (ISP) de países que adhieren a la neutralidad priorizar cierto tráfico u otorgar gratuidad para algunos servicios (p.ej. acceso a redes sociales sin cargo en la cuenta de datos en los teléfonos móviles), lo cual puede volver más lenta la transmisión para los clientes que no usan los servicios priorizados. Al menos a ese nivel, aunque dependiendo aún de la política de cada país, el acceso a internet debería ser igual para todos. Pero aún así, son múltiples las influencias y presiones que se ejercen, a distintos niveles, sobre proveedores y usuarios (Ver al respecto mi libro “Sistémica de los medios de comunicación”).

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